Mi primer contacto con el concepto de productividad fue hace dos años y ¡ojalá lo hubiera hecho diez años antes!
Atención: «productividad» entendida, no como una cifra macroeconómica de un país, sino una medida de lo que una persona puede conseguir.
Me interesé en la productividad personal porque pensé que tenía que haber alguna forma de rebajar el nivel de tensión que padecía personalmente por el trabajo. Las tensiones y el estrés en el trabajo pueden tener muchas causas (un jefe déspota o un entorno hostil de los compañeros, desconocer tus responsabilidades…), pero para mí era un caso claro de saturación de cosas que hacer, una situación mantenida desde hacía mucho tiempo, pero que no podría mantenerla durante mucho más porque veía que ya no rendía. ¿Te suena de algo? Si te sientes identificado con esta sensación, sigue leyendo, porque va para ti.
Fue una charla de introducción a la productividad de la mano de José Miguel Bolívar, quizás una de las personas que más saben en España sobre productividad personal, y en su blog Óptima Infinito ha escrito multitud de artículos gratuitos sobre productividad personal.
Hoy dedicaré esta entrada a un cuento versionado que entonces nos contó José Miguel Bolívar, una historia que, como no podía ser de otra manera, empieza como suelen comenzar todas las historias:
Érase un vez que se era, un leñador, Álvaro, que se ganaba la vida cortando árboles en el bosque. Un día, conoció a otro leñador, Bartolomé, y acordaron ir juntos al trabajo al día siguiente. Ambos empezaron la jornada a la misma hora y talaron árboles durante 8 horas en el bosque. Los dos leñadores eran jóvenes y fuertes, de corpulencia y destreza similar, así que cada uno cortó 22 árboles; al atardecer regresaron a la aldea algo cansados, pero de buen humor porque la faena se les había dado muy bien…
El segundo día, Álvaro llegó media hora más tarde que Bartolomé, así que solo trabajó 7 horas y media, mientras que Bartolomé hizo sus 8 horas. De esta forma, mientras Álvaro solo taló 20 árboles, Bartolomé mantuvo su cuota de 21. Volvieron juntos a la aldea, pero Bartolomé no se atrevió a preguntar nada por el extraño retraso de Álvaro…
Así, siguieron unos cuantos días, que te resumo en la siguiente tabla con los árboles talados:
Día Álvaro Bartolomé 1 22 22 2 20 21 3 20 19 4 20 17 5 20 14
Por cierto: ¿alguien ha visto una fábula de Esopo con tablas? 🙂
Yo tampoco. Seguimos con la historia...
Después de la última jornada, de vuelta a casa, Bartolomé, picado por la curiosidad, preguntó a Álvaro dónde estaba el secreto de que mantuviera su cuota de talas, mientras que las suyas caían en picado.
—Muy fácil, Bartolomé —dijo Álvaro—. Cada día por la mañana dedico media hora a afilar mi hacha, justo lo que me retraso cada día en llegar al bosque; de esta manera mantengo el hacha en las condiciones óptimas de trabajo.
—El primer día, hicimos el mismo trabajo —continuó Álvaro—. El segundo día, tuve menos tiempo que tú, amigo Bartolomé, y talaste más árboles que yo. Pero a partir de ahí, mantuve mi cuota, mientras que la tuya bajaba cada día porque tu hacha estaba cada vez más mellada y cortaba peor. ¿Lo entiendes ahora, querido amigo?
—Sí, Álvaro, gracias. A partir de ahora también afilaré mi hacha. ¡No lo dudes! —sentenció Bartolomé.
Y colorín, colorado, ¡este cuento ha terminado!
Me encantó el cuento porque ¡es la pura realidad!
La moraleja es que eres más productivo cuando tienes tus herramientas siempre listas y preparadas. Porque, de otra forma, tu rendimiento no hará más que caer conforme pase el tiempo.
Si fueras un leñador, está claro que tu herramienta principal es tu hacha, y te preocuparías de que estuviera afilada, ¿verdad? Podrías pensar también en unos guantes de protección y en comer alimentos que te proporcionen la energía que vas a necesitar cada día.
Si fueras un camionero, la herramienta sería tu camión, y te preocuparías de que los niveles de aceite, de presión de los neumáticos, del refrigerante fueran correctos, de que el asiento del conductor fuera cómodo, y de las revisiones mecánicas. Te preocuparías porque no quieres que el camión se detenga en mitad de la carretera por un problema mecánico y ponga en peligro una entrega, que haría peligrar el cobro de tu servicio.
Pero no eres ni leñador ni camionero: eres traductor, revisor o jefe de proyectos, y tus herramientas son otras, ¿verdad?
Productividad
En este blog te hablaré también de productividad, de técnicas existentes para acercarte a tus objetivos.
Mejor dicho, te contaré mi experiencia con técnicas de productividad, y cómo me han permitido hacer no solo más cosas al final del día, sino también el rebajar el nivel de estrés y la sensación de que cada día hago tareas que me acercan más a los objetivos que tengo. Son unas técnicas y sensaciones que quiero compartir contigo, porque podrás dar un mejor servicio a tus clientes…
Empecé con esta fábula de José Miguel Bolívar, seguí con la lectura de su blog Óptima Infinito y de algunos libros generales sobre productividad y lo apliqué a mí mismo. Pero quiero que sepas que lo que te cuente aquí, en este blog de Gonduana, sobre productividad, irá enfocado a ti, traductor, revisor o jefe de proyectos (al menos lo intentaré, ese es el objetivo).
No quiero terminar esta entrada, que parece más un pequeño refrigerio sobre productividad, sin recomendarte que pienses en cuáles son tus herramientas, que medites con total sinceridad si las tienes de «afiladas». Las sensaciones positivas vendrán cuando seas consciente de que, efectivamente, has aumentado tu rendimiento y de una manera objetiva.
Posiblemente no sea el momento más apropiado para que hagas esto, pero nada te impide escribir ahora una nota rápida «Ver cuál es mi hacha» y hacerlo en otro momento que te venga mejor. De hecho, fíjate bien: este acto de «anotarte las tareas» que te acabo de pedir, es la primera etapa de la técnica de productividad llamada GTD que iremos viendo con detalle.
Las técnicas concretas de productividad vendrán en próximas entradas, así que si no quieres perderte ninguna, suscríbete al boletín o sígueme en Twitter (mi cuenta es @jssprt).
Derechos de la imagen con el leñador en la portada, de 123RF.